02 octubre 2024  Por Phil Schroeder, Misionero retirado

Animando a la próxima generación que irá a las misiones transculturales

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«Si Dios te ha llamado a las misiones, puedes hacerlo. Más específicamente, Él lo logrará a través de ti. La voluntad de Dios, hecha a la manera de Dios, nunca carecerá de Su provisión.»

Antes de casarnos, mi esposa Sylvia y yo sentimos el llamado de Dios a las misiones en el extranjero. Fue una de las cosas que nos unió como pareja. Después del instituto bíblico trabajé en una iglesia como pastor asistente para adquirir más experiencia en el ministerio. En una conferencia sobre misiones en nuestra iglesia, escuchamos a un misionero de Papúa Nueva Guinea. Alguien del público comentó que él lo hacía porque seguro «amaba a la gente», a lo que él dio una respuesta sorprendente. No estaba allí porque «amara a la gente», aunque así era. Estaba allí por obediencia el llamado de Dios. Yo estaba convencido y Sylvia también lo estaba. Eso confirmó rotundamente nuestra convicción original como pareja de seguir nuestro llamado a las misiones transculturales.

Llegamos a Emilia-Romaña, Italia, el 24 de noviembre de 1982, el día en que yo cumplía 29 años. Al concluir, -como familia-, la escuela de idiomas en Florencia, nos trasladamos a la provincia de Módena. Ahí usamos casi todas las herramientas posibles para proclamar el Evangelio de diferentes maneras y en diferentes momentos: la radio cristiana, las visitas domiciliarias y la evangelización puerta a puerta, la predicación al aire libre, la entrega de cartas evangelísticas semanales en todas las puertas de la ciudad, los estudios bíblicos en los hogares, los clubes infantiles, etcétera. Algunos individuos y parejas vinieron a Cristo, y se estableció una pequeña iglesia en casa. Después de una década, servimos cuatro años en la Academia de la Selva Negra, en Alemania, y luego regresamos a Italia para pasar otra temporada en Bolonia. Abrimos un punto de encuentro, Punto d’Incontro, desde el que proclamamos el evangelio ofreciendo servicios al público. Esos últimos siete años en Italia fueron unos de los más gratificantes.

Si estás pensando en entrar en el campo de las misiones transculturales, este es mi estímulo para ti:

1. Tú puedes hacerlo. Si Dios te ha llamado a las misiones, puedes hacerlo. Más específicamente, Él lo logrará a través de ti. La voluntad de Dios, hecha a la manera de Dios, nunca carecerá de Su provisión.

2. Formarás parte de una comunidad increíble. A menudo se citan estadísticas sobre los miles de millones de personas que aún no han escuchado el mensaje del Evangelio. Es desalentador, es abrumador. Sin embargo, a medida que avanzas, no olvides que ha habido muchos lugares con gran progreso del Evangelio. Por ejemplo, Ecuador, donde yo nací, tuvo uno de los primeros y más grandes campos de Avánt. Hoy, sólo tienen dos parejas misioneras. ¿Por qué? No es que el trabajo esté terminado, sino que la iglesia allí es fuerte y envía a sus propios misioneros a otras partes del mundo. Tú podrás ver o no, un gran éxito personal, pero llegarás a ser parte de una comunidad increíble de proclamadores del Evangelio, de discípulos y plantadores de iglesias.

3. Habrán increíbles beneficios de criar hijos de una tercera cultura. Si tienes una familia, permíteme animarte a que no dejes que el reto de criar una familia en el extranjero opaque el privilegio y los increíbles beneficios de criar hijos de la “Tercera cultura”. Con la ayuda de Dios, podrás llevarlos a la edad adulta con un profundo aprecio tanto por su cultura de origen como por su cultura de adopción. No es una elección entre la familia y el ministerio, ambos pueden ser triunfos del ministerio.

Estoy agradecido por el privilegio de servir junto a mi esposa. Estoy agradecido por la obra que Cristo ha hecho en mi propia vida. Estoy agradecido de hacer viajes al extranjero y encontrar que muchas de las personas a quien ministramos y con las que ministramos, todavía caminan con Jesús. Estoy agradecido por cuatro hijos que caminan con Cristo, que se casaron con esposas que aman a Jesús, y que nos han dado 14 nietos por quienes oramos para que caminen con Cristo. Sin duda alguna, la vida misionera y el ministerio jugaron un gran papel en ese legado.

Estoy muy agradecido por el privilegio de servir a Cristo y por haber obedecido su llamado al ministerio.