Por aquel hacia quien vale la pena correr
Como aficionada del deporte y residente en Francia, ¿cómo no hablar de los Juegos Olímpicos? Durante los Juegos, me tomé tres días de vacaciones y me dirigí a la capital para verlos de cerca, ¡y no me decepcionaron! Nunca había visto París tan feliz.
Pude ver los maratones en ambas categorías (masculino y femenino), las cuales fueron impresionantes. También participé en una carrera organizada en conexión con los juegos olímpicos, pero para personas como yo, que no somos atletas. Corrí en las calles de París a medianoche junto con unas 40,000 personas más, y a pesar de lo tarde que era, había miles de personas animándonos. Creo que nunca había vivido algo así. Cuando el evento terminó, y también al salir de París para volver a casa, me sentí un poco nostálgica.
Este evento, por mucho que me guste, también me recuerda lo alejado de Dios que está gran parte del mundo. Las ceremonias eran bellas, pero paganas, con representaciones y alusiones a numerosas deidades griegas y romanas. En realidad, esto no debería resultar escandaloso, ya que los antiguos Juegos eran intrínsecamente religiosos. Originados en el siglo VIII a.C., los Juegos Olímpicos formaban parte de un festival religioso en honor a Zeus. Aunque probablemente hoy en día muy pocas personas se declaran devotas a Zeus, los seres humanos se inclinan por adorar a las cosas creadas en lugar de a su Creador (Romanos 1:25). Hoy en día los juegos no forman parte de un festival religioso, pero siguen siendo paganos en la forma en que glorifican a los seres humanos, celebrando a los atletas con mejores resultados y, literalmente, colocándolos en pedestales. Para muchos, el deporte se ha convertido en su religión.
Entonces, ¿cómo yo, amante de Dios y aficionada al deporte, respondo y actúo en este contexto pagano y centrado en el ser humano como lo son las Olimpiadas? Me recuerda al apóstol Pablo y su estancia en Atenas. Se encontró en un ambiente extremadamente pagano, el cual le molestaba, pero no se ofendió ni se sublevó, tampoco huyó y se escondió. Por el contrario, se comprometió con los atenienses, utilizando a sus propios poetas y un altar «a un dios desconocido» para proclamarles al único Dios verdadero (Hechos 17:16-34). Me anima ver y escuchar las maneras en que los seguidores de Jesús hicieron lo mismo durante los Juegos. Sé de varios atletas profesionales que utilizan su plataforma para hablar de Jesús y compartir el Evangelio. Reconocen su habilidad atlética como un don dado por Dios para desarrollarlo y traer gloria a Su nombre en lugar del suyo.
También ha habido varias iniciativas de iglesias y creyentes franceses para proclamar el Evangelio, y simplemente amar y bendecir a los que han venido a París de todas partes del mundo. En la Biblia se utilizan varias metáforas atléticas para describir la vida espiritual, así que ¡qué mejor lugar para hablar a la gente de correr la carrera de la fe que en un evento deportivo internacional!
Por favor, oren conmigo para que el pueblo francés, y todas las naciones, reconozcan que Aquel que los creó los ama y quiere darles algo mucho mejor que una medalla que se oxidará, o que un momento de gloria que pasará. Y, por favor, oren por mí, para que el Señor utilice en mi vida cotidiana el don del deporte para relacionarme con mis amigos y dirigirlos a aquel hacia quien vale la pena correr.